sábado, 22 de abril de 2017

Frases para recordar: Siempre será diciembre, Wendy Davies (Parte 1)


Es lo que tienen las historias reales: no hay reglas, no hay orden, no hay nadie que te diga dónde empiezan y dónde acaban, ni por qué tienen que acabar. El final puede ser eterno, el final puedes decidirlo tú.

¿En qué se parece un secreto a una mentira? En nada. Si el secreto fuera mentira, no sería un secreto. Las mentiras son el escudo que protege los secretos. Sin mentiras no hay secretos, sin secretos no hay mentiras. Las mentiras pueden hacerte feliz, pero no pueden hacerte libre. Los secretos tampoco pueden hacerte libre. Al final, resulta que sí se parecen.

Los secretos son peligrosos. Son como las velas de cumpleaños: pueden quemarte.

Puede que mañana despierte y, de repente, recuerde todas las veces en que le quise y su ausencia me marchite el alma.

Solo soy capaz de pensar en su mano aferrándose a la mía, como si estuviera a punto de caer y esa sujeción fuera lo único que lo mantuviera con vida. Lo que no sé es quién sujeta a quién. Puede que todos estemos a punto de caer, puede que todos acabemos cayendo, puede que ya hayamos caído.

Mi madre suele decir que la rabia es como coger cien cuchillos y lanzarlos al aire: al final, siempre acabas herido.

Cuando hablan de las almas gemelas, yo pienso en imanes. Antiguamente se creía que que los imanes tenían alma, por eso eran capaces de atraer o repeler un objeto. Para mí las personas somos imanes, nuestras almas están llenas de propiedades magnéticas que atraen a otros cuerpos con mayor o menos intensidad. Y en algún momento, alguien se te pega de tal forma que es imposible soltarse.

Cuando todo desaparece, cuando te lo han quitado todo y no te queda nada a lo que agarrarte, cuando ni siquiera eres capaz de ver el suelo que pisas, la rabia puede salvarte la vida. Tal vez acabe matándote, tal vez te destroce, pero nadie dijo que vivir fuera sencillo: a fin de cuentas, no puedes razonar con la rabia. 

A veces no necesitas dejar de respirar para estar muerto.

Mientras yo siga respirando, tú nunca te irás. Puede que yo te matase, pero no voy a permitir que mueras.

Si había un resquicio de amor en ti, estaba depositado en ella. A veces pensaba que no podías amar a nadie porque la amabas a ella con todas tus fuerzas.

Al fin y al cabo, amar va de eso, de darle a alguien el poder de destruirte y confiar en que no lo hará.

El problema de las mentiras es que la primera cuesta, pero el resto salen solas. Es casi como un arte: cuanto más practicas, mejor eres.

He estado tan hundida en mi dolor que me he olvidado de que el mundo seguía avanzando. Así que salgo a la calle, paseo por el pueblo e intento que el tiempo vuelva a caer sobre mí y se lleve todo lo que siento.

A fin de cuentas, estamos hechos de capas: nos vamos poniendo más y más capas encima, y cada paso que damos cuenta; cada persona que conocemos cuenta; lo que nos pasa, lo que vivimos, lo que perdemos. Todo cuenta; es la suma de lo que somos.

Siempre he sido una experta en pedir deseos. A una estrella fugaz, a la última cerilla, a una pestaña, al ver a alguien sonriendo y llorando a la vez, al cruzarme con un gato negro o cuando alguien dice lo mismo que yo al mismo tiempo. Pero esta vez es distinto, esta vez sé que no se cumplirá, y sin esperanza los deseos están condenados a morir incluso antes de que los pronuncies.

La verdad es que no sé si estoy muerta o viva, lo que sí sé es que siempre será diciembre. El frío nunca se irá y los dientes de león seguirán cayendo porque mi deseo nunca se cumplirá.

Todo ha cambiado y todo sigue igual: el verde reflejado en los muebles, la música sonando demasiado alta, el polvo recubriendo los discos, y es extraño que nada haya cambiado cuando nunca volverá a ser lo mismo.

Debería haber un cementerio para todas esas cosas que te recuerdan a alguien que ya no existe. El cementerio de los objetos olvidados; ellos también merecen descanso.

Si la muerte no te asusta, es que la vida te aterra.

Se dio cuenta de que merece la pena vivir, de que hay que seguir adelante porque no sabes lo que la vida te tiene preparado. La muerte es oscuridad invariable, la vida cambia a cada instante y puede ser lo que quieres que sea. Tú decides.

Esperaré hasta que creas que puedes ser feliz y entonces te lo quitaré todo.

Si finges que algo no te importa, al final consigues creértelo. Pero no es verdad y las mentiras son frágiles: un toque y todo se hace añicos.





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