Duomo Ediciones
384 páginas | 14'90€
Anthony Peardew, célebre autor de relatos que se acerca al final de sus días, ha pasado la mitad de su vida coleccionando objetos extraviados, tratando de expiar una promesa rota años atrás. Con el tiempo en su contra, decide legar su casa y todos los tesoros perdidos a su asistente, Laura, la única persona en quien confía para cumplir su promesa y reunir los cientos de objetos con sus legítimos dueños. El último deseo de este guardián de objetos perdidos desencadena una serie de encuentros afortunados que dan una segunda oportunidad a todos aquellos que creían haberse extraviado.
El guardián de los objetos perdidos es uno de esos libros que te entra por los ojos. Fue lo primero que me llamó la atención de él pero al leer la sinopsis me entraron unas ganas tremendas de leerlo.
Lo primero que tenéis que saber de este libro es que es una de esas novelas para disfrutar con calma. Desde luego, no destaca por tener un ritmo trepidante, pero yo he disfrutado mucho por la forma en que está escrito. Las descripciones de la autora hacen que sientas que estás dentro de esa casa y puedas ver y tocar cada uno de los objetos que hay en ella.
Es una sensación un poco extraña, pero al leerlo sentía paz. Es uno de esos libros que te acoge y te invita a leerlo tranquilamente con una velita al lado y una taza de té en mano, te hace sentir calma.
Es una de estas novelas "de personajes". Por un lado, conocemos la historia de Anthony, el guardián de los objetos perdidos, y de Laura, la chica que tiene contratada para limpiar su casa. Por otro veremos una historia del pasado protagonizada por Eunice y Bomber, otros personajes distintos. La cuestión es que no sabemos qué relación tienen estas dos historias hasta el final, puedes ver alguna relación que no es demasiado relevante entre sus personajes pero hasta finalizar la novela no sabemos cómo se entrelazan.
Además de estos cuatro personajes conocemos a varios más y, como os decía, no es que tengan mucha importancia para la trama, pero absolutamente todos están muy bien perfilados. Llegamos a conocer muchísimos detalles de la vida de los personajes, cosas que realmente no tienen ninguna importancia para la trama, pero al final acabas por cogerles cariño y te das cuenta de que la lectura de este libro no tiene como fin el destino, sino la compañía con la que recorremos el camino.
Una de las cosas que más me ha gustado han sido las mini historias que Anthony escribe sobre cada uno de los objetos perdidos. Son historias muy muy cortas pero están llenas de sentimiento. Con algunas he sentido rabia, con otras tristeza, con otras felicidad o nostalgia, y me parece asombroso que en tan pocas páginas la autora sea capaz de hacernos sentir todo esto. Me ha sorprendido especialmente porque yo no soy muy asidua a leer relatos por el simple hecho de que siento que en tan pocas páginas no se puede profundizar y te quedas frío, pero con las mini historias de este libro he sentido todo lo contrario.
Como pequeño apunte, he de decir que se nota el amor que debe sentir la autora por los animales. La forma en la que están tratadas las mascotas en esta novela es preciosa, y supongo que a los que somos animalistas nos hace especial ilusión que se dé tanta importancia a los peludos de la casa.
En definitiva, una novela que he disfrutado mucho y que me ha dejado con buen sabor de boca. Pero ya os digo, no es para que la leáis con prisa, es para que os preparéis una taza de té, un café o un chocolatito y os pongáis bien cómodos en un sofá mullidito, con la mantita y el gato ronroneando encima. Y que os relajéis y disfrutéis de la compañía de unos personajes que seguro que se ganan un hueco en vuestros corazones.